Capítulo 1. Recapitulando…
No hace ni dos años que Sereg Eithel escapó de las mazmorras del palacio imperial de Nuevo Saven. Sereg pasó allí cerca de tres años, lo que significa que hace unos cinco años que la guerra aún coleaba en el este.
La resistencia imperial estaba liderada por Lord Glenn, señor de Winlon que acosado por los cada vez más flagrantes abusos del gobierno imperial, hace unos veinte años se levantó en armas, asesinando al gobernador imperial y expulsando de sus territorios a todas las tropas imperiales. Winlon solicitó la ayuda de todos sus banderizos, entre los que estaba Sereg Eithel, señor de Umbol y Lord Glenn de Winlon fue aclamado como verdadero y auténtico Rey de Tikandia.
Dicho nombramiento fue apoyado por numerosos territorios, sobre todo los de población mayoritariamente no humana (Lennat, Gor Luter, Gor Fuuz, Umbol y Plaavy), mientras que las tierras al oeste (Nuevo Saven, Torre del Rey, El Peñón de la ciudadela, Port Samos) permanecieron fieles al emperador Danford. Las tierras del sur, que poco a poco estaban siendo ocupadas por colonos nuakkos que se asentaban en zonas no ocupadas por los minotauros (que se limitaban a ocupar las costas) permanecieron en un principio ajenas a la guerra, hasta que los dominios minotauros decidieron expandirse hacia el norte, hacia las ricas montañas de Gor Luter, provocando una guerra de conquista entre los enanos y los minotauros, que resultó con la casi total desaparición de los enanos de esas tierras. Todos los que no murieron en la guerra se marcharon al norte, a Lennat o a las colinas de Gor Fuuz. Incluso muchos decidieron cruzar el río eterno, y buscar fortuna más allá de Chawberry.
Los minotauros fueron pronto atraídos a la causa de Danford, y se establecieron prósperas relaciones entre ambas naciones, que rivalizaban en crueldad, pudiéndose ver enseguida nutridas falanges de minotauros entre las tropas imperiales. Muchos de ellos incluso recibieron licencias para dedicarse a la piratería y la conquista de las tierras del oeste.
Los elfos, cada vez menos numerosos, decidieron recluírse aún más profundamente en sus bosques castigando duramente a todos aquellos que pretendían cruzarlos sin su permiso, aunque algunos, sobre todo los que vivían en otros territorios sí tomaron parte, y muchos de ellos se distinguieron como temibles capitanes.
Tanto los drow del bosque negro como los hechiceros de la escuela arcana permanecieron oficialmente neutrales, a pesar de que se sabe que a nivel particular tomaron parte muchos de ellos por ambos bandos. Los hechiceros protestaron enérgicamente cuando se declaró “fuera de la ley” el empleo de la magia no autorizada en todo el territorio imperial, dejándola en manos exclusivamente de la orden de Dyan y sus clérigos y acólitos.
Pero el imperio no llegó nunca a actuar abiertamente contra la Marisma Amarilla, más allá de vagas sanciones de tipo económico, aranceles comerciales, etc. Aunque es un secreto a voces que la escuela arcana, apoyó de manera encubierta la rebelión desde el primer momento.
Durante más de quince años, la guerra desangró todo el continente, y numerosos territorios cambiaron de manos una y otra vez. Las levas se sucedían una tras otra y las hambrunas y las enfermedades eran cada vez más frecuentes. Pero la guerra acabó cuando Lord Glenn fue abatido en el asedio de Lennat, en el cual Sereg Eithel no combatía pues estaba defendiendo su propia plaza en Umbol.
Tras la caída de Lennat y de Lord Glenn, la mayoría de sus abanderados hincaron la rodilla ante Danford (incluso alguno como Sir Walax de Summit se ha erigido en uno de sus más firmes defensores) aunque hubo algunos que decidieron no hacerlo, y ello les costó la vida. Pero existe el rumor de que hubo algunos que pudieron escapar hacia las tierras del oeste y desde allí conspiran en secreto para acabar con el emperador…
En cuanto a la situación política actual es de tensa, tensísima calma. Ya no hay grandes batallas, pero sí se oyen a menudo voces discordantes que a veces llegan a materializarse como pequeñas revueltas en los territorios que fueron afines a Lord Glenn y que son salvajemente sofocadas por los señores del kai, que aún mantienen el control militar de los territorios más conflictivos.
Capítulo 2. Mensajes
Reinald, parte de Norfol raudo y veloz a la Marca Verde. Allí solicita verse con Sereg por un asunto de suma importancia.
He recibido una misiva de Harold en la que se me comunicaba que de Nuevo Saven se estaban preparando dos barcos de guerra con capacidad de 100 soldados cada uno y su destino es Restov. Harold ignora sus intenciones pero yo creo que sus intenciones no pueden ser otras que la de expandir el dominio del Imperio en las colonias. Espero estar equivocado.
¿Sería conveniente avisar al Consejo de Restov? ¿Y que hacemos en caso de guerra? No estamos preparados para detener esas fuerzas. Sin contar que la “Orden de Dyan” ha aumentado su presencia de forma alarmante en Restov…
Mientras tanto, la tarde primaveral, larga y cálida, se valora más propia para el descanso que para el trabajo. Esto es lo que los Héroes de la Marca Verde están haciendo en la Venta de Oleg, rememorando pasadas aventuras en torno a una mesa bien sembrada de jarras de cerveza medio vacías. El local está tranquilo, no hay más parroquianos a esta hora y tan solo Oleg, dando cabezadas en su asiento favorito, acompaña a los Héroes.
Súbitamente, la tranquilidad de la tarde es rota al irrumpir en el local, con prisas y un fuerte portazo, un hombre alto y ceñudo. Sus ropas manchadas por el polvo del camino y el olor a caballo y sudor revelan a las claras que ha cabalgado hasta la Venta a toda prisa. Pero los colores de su librea auguran problemas y peligro, pues son el verde y rojo de un Heraldo Imperial.
“Traigo un mensaje de Su Alta Majestad Imperial para el Consejo de la Marca Verde”, anuncia el Heraldo tendiendo un pergamino enrollado y lacrado con el sello de la Espada Llameante de Lhumb. En éste, se puede leer lo siguiente:
A los líderes y el pueblo de la Marca Verde.
Ha llegado a Nuestro conocimiento que en el territorio conocido como “la Marca Verde” se halla, detentando el cargo de Consejero, Sereg Eithel, traidor a Nuestra persona y a la Corona que defendemos. Como quiera que dicho traidor no ha pagado aún por sus crímenes contra el buen pueblo del Imperio Tikandiano, en aras de la justicia es Nuestro deseo que Sereg Eithel sea hecho preso y deportado a territorio imperial para que cumpla su castigo. Asimismo, sabemos que ha formado una secta de seguidores que comulgan con sus traicioneras y peligrosas ideas, que deberán ser juzgados por sus posibles crímenes contra el Imperio.
Se Nos ha hecho saber que la solicitud formal de entrega de dicho traidor ha sido denegada por el Consejo de la Marca Verde, por lo que desde ahora consideramos a este territorio enemigo del Imperio Tikandiano. Por lo que declaramos el estado de guerra entre el Imperio Tikandiano y la Marca Verde, hasta que nuestra exigencia de que se Nos entregue al traidor Sereg Eithel y su seguidores se vea satisfecha.
Su Ilustre Alteza Imperial, Danford I de Lhumb
Sereg Eithel apura su cerveza en silencio valorando el pensamiento que lo atenaza desde la muerte de su hijo. Venganza.
El opresivo silencio del local es roto de nuevo al abrirse la puerta, pero ahora es un conocido el que entra: el Consejero Plantir. El anciano se detiene con un gesto de extrañeza pintado en el rostro al ver al Heraldo e inquiere: “¿Ha ocurrido alguna cosa?”
Sereg Eithel aprovecha esta breve distracción para, con un movimiento rápido y suave casi como una caricia imperceptible, lanza un tremendo tajo hacia el cuello del heraldo, que apenas ve venir el arma que se lleva su vida. Sus ojos giran hacia arriba mientras su cabeza se desliza por su cuello y golpea sólida el pavimento de madera, dos segundos antes de que se desplome el resto del cuerpo.
Todo se precipitó entonces. Oleg y Plantir gritaban, Eclipse no disimulaba su sorpresa y Reinald, que llegaría pocos minutos después quedó horrorizado por el espectáculo…
Eclipse mostró su intención de resolver unos asuntos urgentes antes de enfrentar el horror que estaba a punto de desatarse en la Marca. Sereg Eithel, apoyado por Reinald, expresó su voluntad de acudir urgentemente a Restov a informar de el asunto del heraldo, tanto su mensaje como su desenlace, y tras unas breves palabras cruzadas con Eclipse, tomó su corcel y cabalgó a matacaballo a Restov, acompañado de Reinald.
Durante el viaje, Sereg Eithel tuvo la oportunidad de aclarar su mente. Tres ideas enfrentadas se debatían en su interior:
Entregarse, huir, o enfrentarse abiertamente. Entregarse quizás retrasaría la guerra, pero en su fuero interno Sereg Eithel clamaba Venganza. Sereg no se marchará de este mundo sin antes intentar acabar con León Soleado, con Rackham de Went y con el cardenal Marcus. Uno por uno, y a sangre fría si es necesario. Sereg Eithel estaría dispuesto incluso a pedir ayuda a Eclipse para ello y hacer valer la deuda que el drow contrajo con él por la creación del nuevo estado…
Finalmente, Sereg se convenció de que entregarse no resolvería absolutamente nada, simplemente, satisfaría al imperio, y después simplemente seguirían con su plan de conquista, expansión, dominio y muerte. Sólo le quedaban dos alternativas: huir… o luchar… Sereg Eithel lo tenía claro, pero necesitaba el apoyo de Restov…
Capítulo 3. La reunión
Sentados en los cómodos sillones de la pequeña sala de reuniones, sudorosos y sucios del polvo del camino, dos viajeros luchan contra el cansancio que les impulsa a dormir y a recuperarse de la dura jornada de viaje. La luz del atardecer se filtra por las ventanas de vidrieras emplomadas de la acogedora sala, la media luz acentuando las sombras de cansancio bajo sus ojos. Apenas pueden creer, piensan mientras se refrescan con las bebidas que un criado de librea les ha traído, que sólo haga un día desde que el heraldo imperial visitara la Marca Verde. Y muriera por ello. Ahora, aquí, en la Sede del Consejo de Restov, Reinald y Sereg esperan una reunión que puede marcar el futuro de las Tierras del Oeste.
Suenan pasos al otro lado de la puerta de roble. Con semblante adusto, el Consejero Mayor Livorn la abre y entra, seguido de un elfo de cabellos y ropajes grises, Elodrin, Consejero de Justicia. Breves saludos se intercambian, y los cuatro hombres se sientan para discutir la gravedad de los asuntos que les traen aquí.
“De haber sabido de vuestra llegada, os hubiéramos recibido con los honores propios de Jefe de Estado, Sereg Eithel”, comienza Lívorn. “Pero parece claro que tendremos que prescindir del boato. Como podéis imaginaros, el Imperio Tikandiano ya se ha puesto en contacto con Restov para informarnos del problema con la Marca Verde. Tikandia os quiere cargado de cadenas, Sereg. Y no sólo eso: todos aquellos seguidores de la secta de Devotos del Kai también son considerados traidores y enemigos de Tikandia. También han dado varios nombres de aliados vuestros reconocidos: el aquí presente Reinald y el drow Eclipse, a los que quieren investigar por posible traición al Imperio. Y el elfo Tacens y el ex-paladín Harold a los que por supuesto ya tienen en busca y captura”.
Elodrin aprovecha una pausa del Consejero Mayor para intervenir. “El Imperio Tikandiano ha solicitado la colaboración total de Restov en la busca y captura de las personas antedichas. Aunque las negociaciones apenas han comenzado, el Valido imperial, Rackham de Went, ya ha insinuado que sería perjudicial para Restov una negativa”.
“Así pues decidme”, continúa Lívorn. “¿Cómo han ido las negociaciones con Tikandia? Pues supongo que este es el motivo de esta urgente reunión, ¿verdad?”
Sereg Eithel respira hondo, y responde:
“Mi señor Livorn, Consejero Elodrin… las negociaciones, como usted las llama, no han ido especialmente bien. El imperio ha hecho aquello que lleva haciendo desde que Danford accedió al trono, y esto es exigir sus condiciones con amenazas y destruir a quien se le opone.
El heraldo me expuso los cargos de que se me acusan, algunos de los cuales tengo el orgulloso honor de ser culpable, y formalizó el estado de GUERRA entre su nación y la Marca Verde.
Lamentablemente e independientemente de si yo me entregaría o no, siento comunicarles que una fuente de plena confianza me ha informado de que en éstos momentos, dos galeones de guerra imperiales se dirigen hacia nuestras costas, con una nutrida tropa de guerra plenamente pertrechada y dispuesta a desembarcar en nuestras costas y reclamar estas tierras … “por la gloria del imperio”
Su objetivo puede ser la Marca Verde, sí… pero ¿y después?. ¿Acaso realmente creen sus señorías que cuando “limpien” ese territorio simplemente se subirán a sus barcos y volverán tranquilamente al continente?…
Pero mis señores, no se equivoquen, ellos no vienen a por mí. Estos canallas han encontrado en mi persona la excusa perfecta para poner en marcha su plan de conquista. Y con todo el dolor de mi corazón, creo que la única respuesta posible es la militar. No crean que yo lo deseo, jamás me ha gustado la guerra. Soy un hombre de armas, sí, y un general de guerra. Pero el mayor anhelo de mi existencia ha sido siempre vivir en paz.
Y fui capaz de ellos, durante años… hasta que Danford llegó y me arrebató mi vida. Creo que ya lo saben, pero Danford arrasó mis tierras, asesinó a mi esposa y a varios de mis hijos y torturó, violó y mató a mi gente. Él puso en marcha una máquina implacable, un ejército despiadado con un sólo fin. Dominar todo el mundo conocido y acabar con todos aquellos que podían hacer sombra a su voluntad. Por eso Danford atacó a los elfos, por eso apartó y marginó a los hechiceros y por eso dió alas a la otrora noble y recta orden de Dyan, permitiendo que entre sus flores brotaran las malas hierbas. Y sí, me refiero a Marcus. Ese canalla es la cabeza en la sombra de una facción pútrida de la orden de Dyan, una secta interna que pretende hacerse con el control total de la orden, y casi lo ha conseguido ya, mis señores.
Por esto les digo, y les juro por mi honor de soldado, que si yo estuviese convencido de que entregándome podría salvar vidas, lo haría de inmediato. Aceptaría gustoso las cadenas que pusiesen fin a todo ésto, pues la verdad es que ya no tengo demasiado por lo que vivir. Aceptaría gustoso el encierro, el tormento y la muerte, si con ello supiese que lo que está por llegar pudiera evitarse. Pero no es así.
Entréguenme y encontrarán otra excusa. Serán los drow, tan hábilmente vilipendiados y expulsados de su ciudad por los hombres de Marcus. O será la orden de la luz, o los pitaxianos, es igual. Simplemente encontrarán un motivo para hacer eso que llevan años esperando, y es conquistar Restov y anexionarse estas tierras al imperio… o destruirlas en el intento.
Lamentablemente ya ha habido una baja en esta guerra. Este malnacido amenazó a mi gente y eso no voy a permitirlo"
Entonces, una cabeza decapitada, ajada y polvorienta rodó por la refinada alfombra del despacho…
Reinald, también interviene en la conversación: "Señorías, decidí abandonar Tikandia para dejar todo esto atrás (entre otras cosas) pero me temo que no podrá ser.
Posible traición al Imperio, ¿por qué?. Cuando se escapó Tacens no fue culpa nuestra y eso ya lo dejamos claro en la Asamblea estando Marcus delante. Y si ser amigo de Sereg es motivo de traición pues me siento orgulloso de considerarme amigo suyo. Sereg es una persona recta y de honor intachable.
No apruebo lo que ha hecho Sereg con el emisario pero lo puedo entender. De todos modos no tuve capacidad de reacción nadie se lo esperaba. Además no estaba presente.
También es cierto lo dicho por Sereg. Se están preparando para zarpar dos buques de guerra totalmente equipados y con unos cien soldados cada uno. ¿De verdad creen que todo ese contingente de tropas sólo es para atrapar a Sereg?
Yo también conozco a Harold y lo que hicieron con él y con el difunto prior Michael ¡sí que fue una traición! Esta nueva orden o secta de Dyan no tolera que se sigan las tradiciones. Sólo busca el poder y expandir su doctrina por la fuerza y eso nunca fue así o al menos así me lo dijeron.
No quiero causar problemas a Restov. Estoy dispuesto a que me interroguen tanto Marcus como el Imperio siempre y cuando se garantice que mi vida no correrá peligro y me tomen preso".
“Joven Reinald”, dice Lívorn tomando la palabra, “no será necesario ningún interrogatorio, podéis estar tranquilo por ese lado. Sin embargo, ya veo que la Marca Verde se ha posicionado claramente en este conflicto. Con la muerte del heraldo imperial, la guerra ya puede considerarse como declarada”.
“Sin embargo, hay algo que no me cuadra en lo que decís. Si el Imperio desea atacar Restov y todo el continente, ¿cómo es que solo envía dos barcos con doscientos soldados? Tuve experiencia militar en mi juventud como sabéis, y ese número no es suficiente ni siquiera para asaltar la ciudad de Restov. Y mucho menos mantenerla. Si esto es así, o bien Tikandia sólo tiene la intención de atacar la Marca Verde, o estos navíos son solo parte de una fuerza mayor”.
Elodrin interviene diciendo “Excelencia, sea como fuere, os recuerdo que el tratado firmado con la Marca obliga a Restov a prestar apoyo militar contra terceros en caso de ataque militar”.
“Sí, pero Restov no puede permitirse una guerra con el Imperio” responde Lívorn. “Bien, creo que es necesario hablar con todas las partes. Llamaré a Rackham de Went para pedirle explicaciones de las intenciones imperiales. Convocaré al Consejo mañana en reunión urgente para explicarles los hechos. Estos asuntos son de extrema gravedad y debe ser el Consejo quien vote y tome decisiones al respecto”.
“Reinald, Sereg, contáis mientras estéis en la ciudad con la protección de Restov, podéis quedaros en mi casa mientras esto se soluciona. Mientras hablamos con Rackham, se reúne el Consejo y se celebran las votaciones, al menos pasará una semana. En este tiempo, vuestra seguridad está garantizada. Pero, por los dioses, permitidme que incinere ese macabro trofeo que habéis traído”.
Sereg Eithel, se acomoda aliviado en el cómodo sillón del despacho de Livorn, y contesta que:
“Agradezco sinceramente la protección que nos brindáis, mi señor Livorn. Pero sólo quería hacer una puntualización”, dice Sereg Eithel tendiendo el pergamino sellado con la espada llameante de Lhumb que portaba el heraldo.
“La guerra ya había sido declarada, y ésta ha sido simplemente la primera víctima. Su muerte no es el detonante de la guerra, sino producto de ella.
Además, usted sabe perfectamente cuál será la secuencia de acontecimientos si no hacemos nada. Vendrán, acabarán conmigo o me tomarán preso, después a los vástagos del kai, después serán los drow… y los siguientes serán ustedes, mi señor.
No tardarán ni un minuto en acusarles de encubrimiento, colaboración con el ‘traidor Sereg Eithel’, sedición, y quién sabe qué sarta de mentiras más.
Entonces el consejo será disuelto y Rackham de Went, o quien quiera que venga a sustituirle será nombrado gobernador oficial de éste territorio. La orden de la luz será dispersada y sustituida por la orden de Dyan, y así comenzará de verdad la ignominiosa presencia del imperio de Danford en ésta tierra.
Danford actuará con cautela, no es estúpido en absoluto. Pero nosotros debemos anticiparnos a sus actos. Creo necesario que se establezcan contactos diplomáticos con las naciones vecinas, Pitax, Stegos… Y al menos se les advierta de la terrible amenaza que se cierne sobre todos nosotros, y si es posible, que presten ayuda para repelerla.
Danford cejará en su empeño si demostramos ser una fuerza suficiente a tener en cuenta. Los rescoldos de la guerra en el continente aún humean y no se arriesgará a perder el control de su imperio por invertir demasiados recursos en unas tierras más allá del mar"
Livorn promete tener en cuenta todos estos asuntos y exponerlos en una reunión urgente con todo el consejo y plantear las distintas posibilidades que se abren…
Con todos estos funestos pensamientos, la reunión termina y Sereg Eithel y Reinald son acomodados en el domicilio del propio Livorn, y allí aguardan hasta la reunión urgente del Consejo al día siguiente:
Capítulo 5. El consejo
Livorn convoca el consejo de urgencia para el día siguiente y tras una breve exposición de los hechos y el recordatorio por parte de Elodrin del acuerdo de defensa entre Restov y la Marca Verde (por el cual ambas naciones se comprometen a participar en la defensa de la otra en caso de ataques externos), allí se discuten varios graves asuntos, que se pueden resumir en cuatro cuestiones principales, que serán sometidas a voto al día siguiente por parte de los consejeros.
Las cuestiones son:
1.- ¿Participará Restov como aliada de la Marca Verde contra la supuesta guerra que se avecina?
2.- En caso de no hacerlo… ¿Permitirá Restov el desembarco en su puerto (el más próximo a la Marca Verde) de la flota de ataque Imperial, y el paso franco de sus tropas a través de su territorio?
3.- ¿Entregará Restov al acusado Sereg Eithel al imperio para satisfacer sus demandas y que sea juzgado en el continente bajo la ley imperial?
4.- Caso de no hacerlo… ¿Juzgará Restov al acusado Sereg Eithel en las tierras del oeste de los cargos que el imperio le imputa?
De momento, Sereg Eithel y Reinald son confiados a Oswald de Garhem y alojados en unas dependencias del alcázar. Debido a que la reunión es tensa y las opiniones se muestran poco interesadas en mantener una guerra, Sereg Eithel y Reinald se deciden a entrevistarse en privado con algunos miembros del consejo.
En primer lugar acuden a hablar con la consejera del pueblo Lady Mazard, en su residencia. Allí le exponen los peligros que afronta Restov y su población, le dan una explicación del comportamiento habitual de las tropas imperiales en los pueblos que conquistan con saqueos, violaciones, torturas y asesinatos indiscriminados y tras un breve intercambio de impresiones, Lady Mazard confirma que tendrá en cuenta todos esos argumentos para la votación del día siguiente.
En segundo lugar acuden al hospital y templo de la luz para entrevistarse con el consejero de Sanidad, Sir Oswald Aybar. Éste se muestra en oposición frontal a un conflicto armado que causase bajas entre sus feligreses, y Sereg y Reinald apelan de nuevo a las atrocidades que el Imperio comete contra sus enemigos. Además, alegan que la orden de Dyan no admite competencia en sus territorios y que si triunfa el imperio, la doctrina de la luz pronto será declarada herética, y sus miembros perseguidos… Oswald Aybar también se muestra dubitativo y tendrá en cuenta los argumentos expuestos.
Durante su regreso al alcázar, donde les esperaba el consejero Telarin para la última entrevista, Sereg y Reinald descubren que están vigilados por dos oscuras figuras embozadas. Tras atraparlos en un callejón, los desenmascaran y resultan ser dos señores del kai a las órdenes de León Soleado los que los seguían sin dejar claro el motivo, quizá emboscarlos y acabar con ellos. Tras un tenso cruce de acusaciones, las dos figuras desaparecen entre los callejones y cejan en su vigilancia a nuestros protagonistas.
Por último, Sereg Eithel y Reinald se entrevistan en el Alcázar con el consejero de diplomacia Telarin, exponiéndole argumentos similares y obteniendo un resultado también similar…
Finalmente, al día siguiente se celebran las votaciones, con todo el consejo reunido y en presencia del Valido imperial Rackham de Went y de Sereg Eithel y Reinald. Tras una reñida votación, el consejo decide que NO ayudará a la Marca Verde en una supuesta guerra contra el imperio, que NO permitirá a las tropas imperiales el atraque y el paso a través de Restov, que NO entregará a Sereg Eithel al imperio para su deportación y juicio allí, pero que SI lo juzgarán por los crímenes que se le imputan en Restov…
El valido imperial se muestra airado, aunque la idea de que Sereg sea juzgado y condenado en Restov le alivia parcialmente…
Sereg y Reinald son trasladados a unas celdas dentro del propio edificio del consejo y allí son tratados con bastante dignidad y cuidado. Son visitados por Livorn y Oswald que desean hablar con ellos brevemente y exponer las justificaciones a las decisiones tomadas… Incluso Oswald, temiendo que puedan ser atacados durante la noche, les entrega sus armas, ocultas entre unas mantas…
Capítulo 6. La sorpresa
Al día siguiente Sereg y Reinald son trasladados al Alcázar, a unas celdas de mayor seguridad donde permanecerán hasta su juicio… pero durante el traslado algo ocurre. Al girar una esquina de una callejuela estrecha, una oscuridad mágica envuelve al carromato de presos que los conducía a su destino y una explosión tremenda arranca la puerta, allí delante de ellos aparece un portal mágico, del que sale Elodrin, que les dice a los personajes “Venid conmigo si queréis vivir”. Sereg y Reinald entran en el portal de inmediato y son conducidos a la casa de Elodrin, que les expone la nueva situación…
Elodrin confirma a los personajes que existe un plan para acabar con ellos desde hace tiempo, pero que desconocen los entresijos del mismo y que necesitan saberlos para poder terminar por fin con los peligros que los amenazan a ellos y a todo Restov en general, es por ello por lo que les encomienda la misión de acudir a la casa de comercio imperial y buscar allí información que pueda echar luz sobre todo este turbio asunto…
Sereg y Reinald acuden de inmediato, embozados y ocultos a la casa de comercio imperial, junto a los muelles. Allí, con ayuda de Eclipse se infiltran en la casa y tras un descuido que provoca la alarma entre los guardias, terminan encontrando la habitación del Valido Imperial, Lord Rackham, al que, tras sonsacarle la información y los documentos que buscaban, Sereg asesina a sangre fría. León Soleado y varios soldados irrumpen en la habitación, pero los tres héroes logran escapar por una ventana in extremis.
Entre otros documentos sin importancia, encuentran uno particularmente llamativo, con el sello imperial, es decir, procedente del mismísimo emperador…
